Fuente: L’Econòmic
Por ORIOL AMAT – CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSITAT POMPEU FABRA Y ECONOMISTA.
Una start-up es una empresa de creación reciente que se caracteriza por ser un experimento basado en la innovación y el potencial de crecimiento. Por lo tanto, no toda empresa de nueva creación es una start-up. Por ejemplo, una tienda que acaba de abrir no es una start-up, salvo que tenga un fuerte componente de innovación y la posibilidad de hacer escalar el negocio a través de la diversificación geográfica y la automatización de los procesos. Hoy en día hay que promover las start-ups, puesto que si tienen éxito generan mucha ocupación y riqueza.
Muchos estudios, como por ejemplo la Start-up Genome, coinciden que el 90% de las start-ups fracasan, y que en la mayoría de los casos no se pueden recuperar ni el dinero ni el tiempo invertidos por sus promotores e inversores. Aun así, hay casos en los que el cierre de la start-up no es un fracaso total, puesto que pueden contribuir a ayudar a otras empresas que aprovechan la innovación generada. Además, el alto porcentaje de fracaso se tiene que entender como un hecho normal, teniendo en cuenta que una start-up es, por definición, un experimento…
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